Este es el dilema que debe resolver a corto plazo la comunidad escolar y la respuesta parece obvia: ¡mascarillas! 

Las razones son contundentes. Por un lado, las mascarillas se han revelado como un medio eficaz de protección frente al contagio y por otro no se ha producido la epidemia de enfermedades respiratorias,(por reinhalación de CO2) que los negacionistas de las mascarillas anunciaban. En todo caso, sí debe considerarse que el uso prolongado de las mascarillas sintéticas (FFP1, FFP2 y FFP3: fabricadas con polietileno) expone a las vías respiratorias de los usuarios a posibles restos o trazas de monomero libre del etileno y a micro fibras del propio polietileno. Precauciones que deben extremarse tratándose de criaturas. Examinemos pros y contras. 

Solo si tenemos que estar en espacios con muy alta carga viral necesitaremos una FFP3 porque el balance riesgo beneficio lo justifica, pero extender su utilización a otras situaciones, más aún tratándose de niñxs o adolescentes, no es aconsejable por los expertos por las razones expuestas , además de por su coste económico y medioambiental.

Según informaba Jacqueline Hovard en CNN “ en algunos lugares en los que las escuelas llevan ya un tiempo abiertas, como Georgia o Hawai los expertos en salud pública observan lo que ocurre cuando las escuelas siguen la ciencia: las clases continúan sin interrupción siempre que el personal y los alumnos usen mascarillas”. 

Parece obvio que la vuelta a la enseñanza virtual, salvo situaciones extremas, no resulta recomendable, no ya por simples cuestiones técnicas o pedagógicas sino por razones de salud mental y de sociabilidad de niñxs y adolescentes. Lo que podría derivar en daños sicológicos de diferente grado.

Pero entonces, ¿qué hacer? Pues lo más sensato es que con excepción de las situaciones de alta carga viral (quirófanos, hospitales, etc.) para el resto de situaciones se utilicen las mascarillas higiénicas de doble o triple capa de algodón ecológico. Y si se quiere extremar la seguridad, mascarillas de esas características con bolsillo para refuerzo de uno o varias filtros de tejido-no tejido. Mejor aún si son hechas a medida para garantizar la adaptación total a los rasgos faciales de cada niño o niña,  para evitar holguras de penetración del virus. Con mascarillas de esta naturaleza (numerosos y cualificados estudios lo avalan) no solo se protege a los niñxs y adolescentes del riesgo de contagio sino de exposiciones indeseables (trazas de residuos químicos y micro fibras). 

En definitiva, la vuelta a las aulas mejor con mascarillas ecológicas porque como no nos cansamos de repetir en MIAU: LA INFORMACIÓN ES SALUD Y LA ECOLOGÍA ES VIDA.