La leche materna humana es producida por la madre como el alimento natural más poderoso y protector de la salud de los bebés. Es aconsejable como alimento exclusivo hasta los seis meses y complementario, como mínimo, hasta los dos años. Pero la leche materna, además de contener nutrientes imprescindibles para su crecimiento y desarrollo (inmoglobulinas, entre otras, para proteger al bebé de posibles infecciones) también puede llevar sustancias químicas tóxicas (plaguicidas, insecticidas, herbicidas, etc) que pasan al cuerpo de la madre y a través de la leche a las criaturas, cuando se ingiere agua contaminada y alimentos que retienen residuos tóxicos no eliminables con un simple lavado o pelado. Pero no solo por ingesta sino también por contacto (a través de la piel y de la ropa) de madres y bebés.


El organismo humano se defiende de esos agentes agresivos externos acumulándolos en los tejidos grasos, para evitar su circulación libre por el organismo. Pero en la lactancia materna se moviliza la grasa del cuerpo de la madre, para alimentar a la criatura, y con ella se liberan estos tóxicos en la leche, siendo especialmente dañinos para los bebés y a lo largo de toda la infancia. 

Muchas de las sustancias referidas, incluso en dosis muy bajas, pueden alterar el sistema endocrino y hormonal y provocar distintas afecciones además de inducir alteraciones del desarrollo inmunitario, físico e intelectual de las criaturas, disminuyendo con ello su capacidad de enfrentar enfermedades graves. Más aún, las mujeres somos especialmente vulnerables a los efectos de alteración endocrina de esas sustancias, no sólo durante la maternidad, pues contamos con una proporción mayor de grasa que los hombres, lo que incrementa el riesgo de absorber pesticidas organoclorados al ser liposolubles.


Cuanto decimos que hay tanta literatura científica nos referimos a que quien quiera profundizar en ello lo tendrá relativamente fácil.

Nunca nos cansaremos de repetir, una y otra vez, desde estas páginas sobre la necesidad de protegernos y proteger a nuestra descendencia del riesgo químico, pero si hay un periodo que requiere de especial protección este es el periodo de lactancia. Las cosas que bebemos o comemos, o las ropas que ponemos a nuestros bebés, deben de ser, si es posible, siempre ecológicas. Por razones de prevención y protección y porque si LA INFORMACIÓN ES PODER, LA ECOLOGÍA ES VIDA.