La atención y el cuidado de la dentadura se remonta a los primeros tiempos de la humanidad, cuando los primeros “ Homo sapiens”  tomaron conciencia del papel que la dentadura jugaría en sus vidas. Mucho antes, incluso, que la civilización egipcia, en la cual se encuentran referencias del primer odontólogo  y pediatra de la historia: Hesy-ra (3.000 A.C.) quien ya atendía las dolencias bucodentales de los faraones egipcios y sus proles. El conocimiento de lo que acontecía en aquellas épocas tan tempranas se nutre de la información suministrada por papiros de dos mil años antes de nuestra era. 

En épocas tan lejanas los progenitores de los bebés se enfrentaban a los problemas de la dentición (inflamación y sensibilidad de las encías, babeo, irritabilidad, etc) con los productos naturales que les ofrecía su entorno: madera, hueso, marfil, lino, algodón, etc…Y con esos objetos de elaboración sencilla aplacaban los dolores de encías de los bebés. Tal y como se hace ahora pero de manera más sana y natural para la salud de las criaturas.

Basta ver las páginas comerciales actuales para percatarse que se ofrece a padres y madres una amplia variedad de mordedores de diferentes texturas, formas y colores que entrarán en contacto directo con la boca de los bebés. Son productos que se anuncian como “seguros, atóxicos y siguiendo las recomendaciones de las autoridades sanitarias”. El problema es que muchos de esos productos están elaborados con sustancias sintéticas (no existentes en la naturaleza con anterioridad a la química industrial)  y cuyo riesgo igual a cero no es previsiblemente garantizable, ni por la naturaleza de los productos con los que son elaborados, ni por el conocimiento científico adecuado de sus riesgos.

Baste, para comprender lo anteriormente dicho,  la identificación por parte de la OMS, con doscientos años de retraso, del riesgo  que suponen los alteradores endocrinos (“sustancia exógena o una mezcla de sustancias que altera la(s) función(es) del sistema endocrino y consecuentemente causa efectos adversos en la salud de un organismo intacto o en su progenie o en sus poblaciones o subpoblaciones”). 

Ante esta disyuntiva, surge una pregunta angustiosa, ¿qué hacer para proteger la salud de nuestros bebés y ayudarles en la fase de dentición? La respuesta es sencilla: estamos obligados a elegir para ellos lo mejor para su salud y lo mejor es hacer lo mismo que que hacían ya los egipcios. Por eso MIAU ofrece mordedores elaborados con madera de haya sin tratar y pulida, y con telas de algodón orgánico. Y es que LA ECOLOGIA ES VIDA.