No, no basta con la celebración simbólica y buenista de un día (3 de julio) sin bolsas de plástico. Hay que terminar con su uso por los riesgos que supone para la salud de todos y del medio ambiente.

Cada año se usan cinco billones (con “b”) de bolsas de plástico, a un ritmo de diez millones por minutos. Pero la celeridad con la que se consumen es inversamente proporcional a la velocidad que se desintegran, pudiendo oscilar entre quinientos y cien años, según el material plástico del que estén hechas. Pero el plástico forma, además, parte de nuestro organismo: comemos plástico, respiramos plástico, meamos plástico…Eso es así porque el uso indiscriminado del plástico ha entrado en la cadena trófica (la cadena trófica describe el proceso de transferencia de sustancias nutritivas a través de las diferentes especies de una comunidad biológica en la que cada una se alimenta de la precedente y es alimento de la siguiente). 

El problema no solo es la ingesta de plástico a lo largo de la cadena trófica sino la bioacumulación de esas sustancias en los seres vivos. O, lo que es lo mismo, la imposibilidad de excretarlas fuera del organismo. 

Las bolsas de plástico son otra pandemia que se ha visto agravada por la COVID 19 al hacer uso diariamente la población mundial de millones de mascarillas elaboradas con materiales plásticos. La dimensión del problema es de tal gravedad que la ONU ha advertido que en 2050 podría haber más plásticos que peces en los mares del mundo entero. Frente a tanto dato negativo hay una noticia buena: la solución está en la Naturaleza. Nuestra propuesta son las bolsas de tela fabricada con textiles orgánicos, que son lavables, reutilizables y medioambientalmente sostenibles. Iguales argumentos valen para las mascarillas, por eso en MIAU tenemos claro que LA ECOLOGÍA ES SALUD.