Si este artículo hubiera que comenzarlo por el final habría que empezar diciendo que EL MEJOR ADITIVO SINTÉTICO ES EL QUE NO SE CONSUME. La razón es obvia: un aditivo no es, generalmente, un alimento ni tienen valor nutritivo. Se usan para modificar sus propiedades organolépticas (sabor, olor, color, textura, etc) o para mejorar su elaboración, abaratamiento O conservación. 

La humanidad ha utilizado durante siglos los ADITIVOS NATURALES que su entorno le ofrecía (sal, pimentón, hierbas, frutos o plantas) pero la situación se vuelve más compleja cuando irrumpe la QUÍMICA INDUSTRIAL, con una oferta casi ilimitada de sustancias artificiales, para convertir la alimentación en un ingente negocio; lejos, la mayoría de las veces, de la salud como objetivo. 

El listado de aditivos es tan largo y su clasificación tan fragmentada y farragosa que su comprensión e identificación no está al alcance de la ciudadanía, por más que tras la letra E y el número correspondiente se oculten riesgos potencialmente graves para la salud:, cánceres, alergias, trastornos digestivos, neurotóxicos y un larguísimo listado de patologías con especial peligro para la infancia. 

Ante esta invasion de la química sintética en la alimentación siempre habrá quien se consuele argumentando que todos esos aditivos han de estar autorizados por la EFSA (la autoridad europea en seguridad alimentaria) sin tener en consideración tres cuestiones básicas: 

  1. Que los límites admitidos por esa u otras agencias de iguales características como “seguros” muchas veces han tenido que ser revisados a la baja, de manera repetida, tras nuevas evidencias científicas.
  2. Que aún en el supuesto de que la asignación de riesgo de una sustancia fuera correcta, esta no es extensible a la posible interacción con otros aditivos sintéticos en un mismo producto.
  3. Que a cada ingesta tóxica de cada aditivo peligroso que realizas hay que sumar la carga química o el “efecto recuerdo”de tu organismo, más aún en el caso de sustancias bioacumulativas.

Ahora bien, ¿cómo proceder en la vida cotidiana? La opción más fácil pero la más dañina sería no darse por enterados y no hacer nada. En definitiva, seguir incrementando la carga tóxica y química hasta que el cuerpo aguante. 

La segunda opción sería encender el piloto de alarma y empezar a vigilar y controlar todo lo que ingieres. Para ayudarte en esa labor puedes utilizar esta aplicación de la OCU https://www.ocu.org/alimentacion/seguridad-alimentaria/calculadora/aditivos donde puedes informarte directamente de las recomendaciones sanitarias para cada aditivo. 

Por último, la opción mejor es que te pases a la alimentación ecológica y de cercanía y que protejas tu cuerpo y el de los tuyos frente a agentes químicos peligrosos. Sin olvidar que las otras vías de entrada al organismo de sustancias indeseables son la respiración (aire que se inhala) y el contacto (tejidos con los que vistes o proteges a tu familia). Si navegas por esta misma web es probable que encuentres alguna opción a tus necesidades. Hacerlo te ayudará a mejorar tu vida y la de los tuyos porque LA INFORMACIÓN ES PODER Y LA ECOLOGÍA ES VIDA.