Es tanta la información que gestionamos diariamente que en ocasiones pasamos por encima de algunas noticias como zombis, sin procesarlas ni sacar conclusiones de lo que leemos. Recientemente la multinacional suiza Nestlé se veía obligada a retirar del mercado el popular helado Maxibón o el Mikolapiz, entre otros, por contener óxido de etileno en el aditivo estabilizante E410 (también llamado goma de garrofín o algarroba), considerado un producto cancerígeno.  De hecho, en la página oficial del Instituto Nacional del Cáncer https://www.cancer.gov/espanol/cancer/causas-prevencion/riesgo/sustancias/oxido-de-etileno se puede leer “ El poder del óxido de etileno para dañar el ADN lo convierte en un eficaz agente para esterilización, pero esa capacidad da cuenta de su actividad como causante de cáncer”, a la vez que informa que su entrada en el organismo humano puede serlo por ingesta o inhalación. 

Es obvio que de esa información no puede derivarse una relación directa de causa a efecto pero la alerta sanitaria debería de situarnos ante nuestra responsabilidad como adultos para que seamos extremadamente prudentes con lo que nos llevamos, no solo a nuestras propias bocas sino sobre todo a la de los bebés y niños y niñas. ¿Cuantas veces queriendo compensarles les ofrecemos en forma de “chuches” auténticos e insanos cócteles químicos extremadamente perjudiciales para sus metabolismos en formación?

Para que las “chuches” y caramelos en general tengan el sabor, textura, color, estabilidad y formas que tanto seducen a bebés, niños, niñas, adolescentes y personas adultas los fabricantes, ademas de utilizar ingentes cantidades de azúcar, hacen uso de un elevado número de sustancias, algunas de ellas sintéticas que en el mejor de los casos no reportan ninguna ventaja nutritiva o saludable, como son: butilhidrxianidol (BHA), sorbito potásico, ácido sórbico, sorbito de potasio, ácido ascórbico, ácido cítrico, goma de mascar, parafinas, plastificantes, cargas minerales, edulcorantes, etc. Algunas de esas sustancias pueden ser naturales y otras sintéticas, y aunque puedan conocerse efectos y consecuencias para la salud de algunas de ellas, no se conoce la interacción de tantas en un solo producto. 


A todo ello debe añadirse que muchos de estos productos van envasados en envoltorios plásticos definidos como específicos para la alimentación, pero susceptibles de poder contener algunas o muchas de las 679 sustancias sintéticas identificadas en dichos materiales.

¿Ante esta situación hay alternativas? ¿Qué hacer?

Pues lo que ha hecho la humanidad hasta que la química industrial inundó nuestras vidas, consumir productos naturales: frutas y frutos escarchados, tostados o deshidratados (piña, melocotón, naranja, jengibre, etc), frutos secos ( pipas de girasol, cacahuetes, almendras, anacardos, etc) regaliz, maíz ( tostado o en palomitas)…Pero aún tenemos dos opciones más: comprar chuches etiquetadas como ecológicas o hacerlas nosotras mismas. Implicar en esa experiencia  a las criaturas resultará para ellas una aventura y un recuerdo insuperables. Por lo que siempre decimos: LA INFORMACIÓN ES PODER Y LA ECOLOGÍA ES VIDA.