Sirva este artículo, aunque sea solo por una vez, para expresar una experiencia personal de su autor. Horticultor de varios años en un huerto urbano del norte de España siempre tuve a gala disfrutar del fácil y exitoso cultivo de los calabacines sin más desvelos que el de los cuidados habituales. El resto era obra de la naturaleza. 

Por razones que no vienen al caso, este año tuve que trasladar mis aficiones horticulturas a un pequeño huerto en Tierra de Campos, en el corazón de la vieja Castilla. La sorpresa fue mayúscula cuando descubrí que tras la aparición de los pequeños calabacines, uno tras otro adquirían una coloración amarillenta y terminaban por malograrse. Desconcertado por no saber cómo resolver el problema terminé por consultar a Cesáreo, viejo horticultor de la zona que me dijo: 

  • La solución es polinizar a mano. Aquí lo hacemos todos porque la polinización natural ha dejado de producirse como consecuencia del efecto de los tratamientos fitoquímicos  a los que es sometida la tierra y el medio natural. Los agrotóxicos han eliminado miles de insectos y reducido drásticamente la población de abejas. Así que no queda otra que polinizar a mano.
  • Eso que me dices- le expresé mi asombro- marca un antes y un después en la relación del hombre con la naturaleza.
  • Así es- me respondió Cesáreo- pero no es solo la polinización el efecto indeseable de la agricultura intensiva sino la imposibilidad también de recoger de los campos manzanilla, tomillo, romero, etc porque sus infusiones serían cócteles mortales.

Sin salir de mi perplejidad seguí su consejo y, efectivamente, varios días después recogía los primeros, sabrosos y ecológicos calabacines de mi huerto. Detrás de esta anécdota se oculta una enorme tragedia porque es obvio que la mano del hombre está interfiriendo en la evolución de las especies y en la biodiversidad en su conjunto. No solo se está exterminando a los polenizadores sino que con ellos se extinguirán las especies que dependen de ellos.

Entre los agentes polenizadores las abejas juegan un papel esencial y la destrucción de millones de ellas y de su medio natural tendrá consecuencias imprevisibles para la agricultura y el sector de la alimentación industrial. A todo ello hay que añadir los efectos de la deforestación , el uso de transgénicos o el cambio climático (elevación de la temperatura). La situación es tan grave que dado que las abejas son consideradas como insustituibles, respecto a otros animales, el Dr. George McGavin del Museo de Historia Natural de la Universidad de Oxford, ha declarado que “la pérdida de abejas será catastrófica para la humanidad”.

El caso de los calabacines estériles no es sino solo un ejemplo, una anécdota si se quiere, de lo que pasa con otras muchas plantas de las que nos alimentamos o vestimos. Por eso urge tomar medidas que pongan freno a este despropósito e impulsar la producción y las compras ecológicas. No es una cuestión solo de conciencia, lo es también de supervivencia. Por eso y porque SI LA INFORMACIÓN ES PODER, LA ECOLOGÍA ES VIDA.