Prácticamente la totalidad de las guerras que se han producido en el mundo en los últimos cien años, han tenido como trasfondo el control de los recursos fósiles y el acceso a la energía abundante y barata. Seguir el rastro del petróleo y el gas es seguir el rastro de la violencia en el mundo.

Por eso, en estos momentos de capitalismo digital desbocado, a la escasez de las materias primas citadas (gas y petróleo) ha de añadirse la disputa por el control de los denominados “minerales críticos”: litio, cobalto, galio, germanio, wolframio, vanadio, tierras raras, níquel, cobre, europio, iridio, etc.

De hecho, la guerra en Ucrania expresa tanto la lucha despiadada por el control de la energía fósil como en las cantidades de minerales imprescindibles para impulsar el “capitalismo verde y digital”.

Dicho de otra manera, quién controle esos minerales controlará el desarrollo de la industria de los nuevos motores, placas solares, aerogeneradores, inteligencia artificial, drones, robótica, etc…Es decir: controlará el mundo. Por eso la lucha, es a muerte. 

El problema de la actual partida que se está librando a nivel internacional – entre el mundo anglosajón y EE.UU. – por un lado y – Rusia, China y países emergentes por otro- tiene su origen en que esos minerales tan codiciados, están repartidos de forma desigual por el planeta, de manera que pocas veces coinciden reservas fósiles y desarrollo económico y/o potencial bélico.

En este escenario, el recurso a la violencia, es demasiado tentador para los países con mayor capacidad de destrucción bélica que, camuflando bajo falsos ideales de lucha  por la libertad o la patria, mandan al matadero a millones de seres humanos con el único objetivo de seguir manteniendo sus actuales modelos de poder y control.

Esta situación se complica aún más cuando se constata que Euroasia, y especialmente China, acumulan las mayores cantidades de reservas fósiles de los “minerales críticos”. Y eso lo explica, si no todo, casi todo. 

Hay un problema añadido: la escasa reciclabilidad de esos materiales.

Dicho más claramente: no solo son muy escasos sino que son muy poco reciclables una vez que han sido utilizados. En una situación como la descrita, las alternativas posibles solo son dos: o cambiar el modelo de desarrollo y consumo mundiales o guerra, destrucción y muerte.

Pero, a pesar de todo, aunque el camino a recorrer es muy estrecho aún hay espacio para la esperanza. Hay que mover las conciencias de las gentes de buena voluntad hacia un compromiso firme y decidido con la vida, la igualdad y la sostenibilidad, convencidas, como lo estamos en MIAU, que SI LA INFORMACIÓN ES PODER, LA ECOLOGÍA ES VIDA.