Llevamos varios años asistiendo a un sistemático bombardeo sobre las ventajas de comer insectos. De hecho, mientras la comunidad científica debate su conveniencia y las autoridades legislan 

https://www.aesan.gob.es/AECOSAN/docs/documentos/seguridad_alimentaria/gestion_riesgos/INSECTOS_ALIMENTACION_.pdf

La banca lo defiende por “razones de sostenibilidad”. Sin excluir que unos y otros puedan llevar alguna razón en ello, lo que es seguro es que lo que mueve este nuevo paradigma alimentario es la oportunidad de inmensos negocios económicos. Basta darse cuenta del entusiasmo con el que BBVA defiende la operación en su página oficial 

https://www.bbva.com/es/sostenibilidad/los-insectos-son-una-solucion-para-lograr-una-alimentacion-mas-sostenible/

para comprender que, parafraseando a William Shakespeare “algo huele a podrido en Occidente”

El debate no está solo en sí comer grillos, gusanos o larvas es bueno porque ello “genera más proteínas, sin impactar en el entorno y reducir el consumo de agua y el uso de antibióticos del sistema de producción de alimentos” o en sus peligros para la salud por contener quitina (sustancia no digerible y que impide la absorción de nutrientes) fitatos y oxalatos (limitadores de la absorción de minerales), saponinas (reductores de la absorción de vitaminas), alcaloides ( tóxicos), cantaridina (irritaciones en el aparato urinario), por no hablar de bacterias, contaminación química, parásitos, alergias cruzadas, etc.

El consumo de insectos no es nada nuevo, de forma intencionada o accidental los insectos han estado presentes en la ingesta de los seres humanos. Y de hecho, como cualquier animal de la escala trópica, el ser humano, para alimentarse, ha comido, y come, casi todo de lo que ha tenido más a mano, pero en equilibrio siempre con el medio en el que ha subsistido.

La diferencia con la situación actual (en la que se pretende inducir comercialmente el consumo masivo de insectos) es que ese hecho se ha producido a lo largo de millones de años aplicando en el proceso evolutivo el sistema de prueba y error y ahora ese proceso se acelera por cuestiones fundamentalmente económicas. De hecho, la UE ya ha autorizado además del grillo doméstico, el gusano amarillo de la harina y la langosta migratoria para su comercialización como alimentos.

Las consecuencias de esta dinámica alimentaria y comercial que estimula la banca, alentando actividades de beneficio fácil, va a conllevar cambios estructurales del sector alimentario mediante la creación de granjas de insectos destinadas a la cría, reproducción y engorde de los mismos, con la finalidad de destinarlos a la alimentación humana y animal.

Y no; no es ciencia ficción. Basta darse una vuelta por internet para encontrar empresas orientadas a la promoción e instalación de granjas de grillos, escarabajos y cucarachas. ¿Terminarán construyéndose megagranjas de insectos? La lógica del capital empujará a ello. A posteriori se conocerán, cómo ha ocurrido con las grandes explotaciones de cerdo y vacunó sus posibles consecuencias ambientales y de salud.

Una vez más nos llevará la lógica del mercado a horizontes de ciencia ficción mientras permanecen improductivas millones de hectáreas de tierras capaces de producir en entornos cercanos y sostenibles productos saludables. Tal vez conocer estas cosas contribuya a reorientar nuestro modelo personal de consumo hacia lo natural, lo cercano y lo verdaderamente sostenible, tomando conciencia de que SÍ LA INFORMACIÓN  ES PODER, LA ECOLOGÍA ES VIDA.