La ganadería intensiva y las industrias cárnicas y lácteas necesitan llenar tu plato de carne y tu frigorífico de leche para mantener rolando un negocio tan insano como insostenible.

De hecho, beber leche (salvo la materna y las vegetales) no es una buena idea.

Con la leche que bebes ingieres más cosas: hormonas de crecimiento, pituitarias, hipotalámicas, esteroideas, pancreáticas, tiroideas, paratiroideas, adrenales, sexuales, etc… Más aún, la leche por su alto contenido en grasas se convierte en receptor apropiado de pesticidas, productos quīmicos, antibióticos, pus, etc…

El investigador de la universidad de Jaén Evaristo Ballesteros y un equipo de científicos hispano-marroquíes han descubierto hasta veinte sustancias químicas y fármacos que no tienen nada que ver con la composición natural de los productos lácteos: ácido clofíbrico, Ibuprofeno, ácido niflúmico, metoprolol, naproxeno, Flunixina, Triclosán, Propranolol, ácido mefenámico, Ketoprofeno, Pirimetamina, Carbamazepina, Diclofenaco, Fenilbutazona, Cloramfenicol, Florfenicol, Estrona, 17ß-Estradiol, Tiamfenicol y 17R-Etinilestradiol.

Muchos de estos productos son administrados a los animales de granjas para curar o prevenir enfermedades, estimular su crecimiento, tratar infecciones o curar alergias. En una palabra, algunas de las sustancias que esos animales ingieren, o con las que son tratados para acelerar su crecimiento y ceba, tú te los bebes o los comes en los productos lácteos o sus derivados. Tú organismo los metaboliza y si puede los excreta. Y si no puede excretarlas pues los almacena en las zonas adiposas de tu cuerpo (generalmente en las “cartucheras”, en el caso de las mujeres y en las “barriguitas cerveceras”, en el caso de los hombres).

¿Cómo es posible-cabe preguntarse-que algunas esas sustancias se bioacumulen en nuestros cuerpos y no puedan ser eliminados por la orina, las heces o el sudor? La respuesta es tan sencilla como sorprendente.

Esas sustancias son sintéticas y no tuvieron presencia hasta hace poco (nunca más de doscientos años: tiempo aproximado de existencia de la química industrial y sintética) y, por lo tanto, no forman parte ni del proceso ni de la memoria evolutiva de los seres vivos a lo largo de miles y millones de años.

Así de sencillo y así de extraordinario. Nuestro organismo se defiende de esas sustancias químicas- identificadas por el equipo del investigador jienense- almacenándolas en las zonas adiposas de nuestros cuerpos, por eso, entre otras cosas, se consideran peligrosas las dietas de adelgazamiento rápido: porque hacen recircular de nuevo tóxicos y venenos que estaban inmovilizados.

La buena noticia es que hay alternativas: leches vegetales y ganadería extensiva y ecológica.

Conocerlo nos empodera como consumidores y consumidoras porque SI LA INFORMACIÓN ES PODER, LA ECOLOGÍA ES VIDA.