Cada vez que exponemos nuestro pelo a los tratamientos de peluqueras y peluqueros, incluso cuando lo hacemos en nuestros hogares, sometemos a nuestro cuero cabelludo a un auténtico bombardeo de sustancias indeseables para nuestro organismo. Máxime cuando está científicamente documentado que la piel es una de las formas más habituales de entrada en él y más aún cuando esas sustancias se friccionan intensamente sobre la piel.

Muchas de esos tóxicos están presentes en los productos cosméticos de uso habitual: persulfato amónico (acelerante) y persulfato potásico (antioxidante) pueden producir urticaria, rinitis o asma; p-fineldiamina, p-toluendiamina y 4-aminofenol (tintes) pueden provocar dermatitis irritativa, alergia sensibilizaste y potenciales alteraciones genéticas; resorcinol (componente de tintes y modificadores del color) causantes de posibles de alteraciones endocrinas, pigmentación de piel e irritaciones oculares…

Pero la lista de productos usados en los tratamientos capilares es mucho más larga: alcohol tetrahidroforfurilico, acetona, o propelentes como el butano, etano, propano, etc.

Y las consecuencias también lo son: cefaleas, somnolencias, mareos, etc. Expresión directa de estos riesgos los sufre también el personal laboral de las peluquerías hasta el punto de que la Seguridad Social ha empezado a reconocer incapacidades totales a profesionales afectados de dolencias incapacitantes.

¿Ponerse, o estar, guapo o guapa justifica exponer al organismo a situaciones de estrés tóxico-químico? No lo parece, sobre todo si existen soluciones alternativas. Empiezan a ser muchas las ciudades y grandes poblaciones donde existen ya peluquerías ecológicas o, alternativamente, peluquerías que excluyen de su lista de productos aquellas sustancias que en su composición contienen tóxicos peligrosas para la salud de sus clientes.

En estos casos, las sustancias químicas sintéticas son sustituidas por aceites, extractos vegetales de manzanilla, azafrán o nuez, o barros, colorantes minerales, vinagre, agua de avellanado, etc. Tal vez el resultado no sea tan espectacular pero es infinitamente más seguro y saludable. Siempre será mejor una cana que una enfermedad.

Conocer los riesgos que entrañan algunos tratamientos estéticos nos permite autogestionar nuestra salud porque SI LA INFORMACIÓN ES PODER, LA ECOLOGÍA ES VIDA.