Como en los chistes de galeras, respecto al consumo de pescado y sus posibles efectos sobre la salud hay más noticias malas que buenas.

La noticia buena es que no hay dieta mediterránea que se precie, que no incluya el pescado en la misma. Conocidas son las virtudes que realzan su consumo: aporta proteínas, vitaminas y minerales y es una fuente importante de ácidos grasos beneficiosos para la salud, como la reducción del colesterol malo y la prevención de enfermedades cardiovasculares.

Una noticia mala es que, como consecuencia de la elevada contaminación de los mares, el pescado contiene minerales pesados y potencialmente peligrosos:

– Plomo: anemia, esclerosis, fatiga y cáncer de riñón.

– Mercurio: autismo, depresión y problemas del aparato respiratorio.

– Cadmio: cáncer de próstata, bronquitis, infertilidad y enfermedades vasculares.

– Cobre: daño en el hígado, los riñones, anemia, irritaciones del intestino delgado e intestino grueso.

– Manganeso: daño en el páncreas, el hígado, el sistema nervioso central, asociado al Parkinson.

– Zinc: dolor de estómago e infección de las mucosas.Estaño, arsénico, uranio.

Respecto al consumo de pescado hay una segunda noticia igual de mala que la anterior: los metales pesados no pueden eliminarse del todo del organismo humano y pueden ser acumulativos según las cantidades consumidas.

Peor aún, cuanto más arriba en la cadena trófica se encuentre el pescado que comemos, y por aquello de que el pez grande siempre se come al chico, según el Ministerio para la Transición Ecológica, “el riesgo de los metales pesados está en que al no ser degradados, tienden a bioacumularse y a biomagnificarse (se acumulan en organismos vivos y alcanzan concentraciones mayores que la que alcanzan en los alimentos, y estas concentraciones aumentan a medida que se asciende en la cadena trófica)”.

Como recomendación general, evite o reduzca el consumo de peces grandes y/o depredadores: tiburón azul, pez espada, atún, etc. No obstante, esta recomendación tampoco nos libra de poder ingerir cadmio, mercurio o plomo si comemos mejillones, berberechos, almejas, pulpos, calamares o langostinos.

En una palabra, el mejor metal pesado es el que no se consume. Aunque no tranquilice demasiado, es preciso saber que en general el pescado y marisco consumidos en España no alcanzan los valores límites permitidos.

El hecho de que la tranquilidad no sea completa se debe a que, como es sobradamente conocido, los valores límites permitidos cambian de hoy para mañana con la aparición de nuevos datos que lo justifican.

¿Es posible evitar la ingesta de metales pesados? Lo es cambiando la forma de alimentarse, reduciendo o eliminando de la dieta el consumo de animales. Lo que parece claro es que una vez presentes en nuestro organismo, los metales pescados van a quedarse en él.

Algunos expertos apuntan, aunque no parece que haya evidencias científicas que lo certifiquen, a que algunos alimentos podrían facilitar la reducción de los metales pesados en el organismo humano: Cilantro (ayudaría a reducir mercurio o plomo), brócoli ( facilitaría la eliminación de tóxicos en general), alga chlorella (actuaría arrastrando metales pesados), zeolita (limpiaría la sangre, el estómago y los sistemas linfáticos y glandular), etc.

Lo que está fuera de duda es que otros modelos de vida más sustentables y saludables son posibles. La elección corresponde a cada cual, a partir del criterio de que SI LA INFORMACIÓN ES PODER, LA ECOLOGÍA ES VIDA.