Los españoles consumimos 700 millones de pollos y otros 100 millones más de otras aves: gallinas, pavos, patos, etc… Dada la magnitud de las cifras la pregunta importante es ¿cómo se crian, alimentan y tratan esos animales que llegan a nuestras mesas y cómo se procesan sus carnes? Para atender tal demanda, y lograr la máxima rentabilidad productiva y económica, es obvio que debe obtenerse el mayor engorde en el menor tiempo posible por lo que para conseguir ese objetivo a los animales se les alimentará con piensos enriquecidos artificialmente, se les darán medicamentos preventivos o (antibióticos polietéricos, vacunas, saponinas,sulfonamidas, etc..) incluso para evitar enfermedades que no tienen.

En fechas previas a su sacrificio se les dará una alimentación hipercalórica y piensos que “equilibren” la proporción de carne y grasa, con nutrientes específicos para fortalecer artificialmente sus patas y evitar que al cuadruplicar su peso estas puedan romperse antes de llegar al matadero. Mención especial merece el uso de antibióticos en la industria alimentaria animal.

De hecho, España es el país de Europa que más abusa de los antibióticos (el 84 % de los mismos se usan en la industria ganadera) y asociada a ese abuso está la posibilidad de que se desarrollen bacterias resistentes y que permitan el retorno de enfermedades ya desaparecidas.

De hecho, la UE habla de una “epidemia” que puede provocar 700.000 muertes en el mundo, 25.000 de ellas en Europa. El estrés vital al que se ven sometidos los pollos y el exceso de productos y sustancias nocivas, con los que se busca su engorde artificial, va contra toda lógica de desarrollo natural de los animales, incorporándose a la carne que ingerimos y, con ella, sus efectos negativos sobre nuestra salud.

Poniéndolo negro sobre blanco y para que se entienda.

Mientras un pollo industrial o de megagranja está listo para ser sacrificado en 40 días, un pollo ecológico precisará de 85 días. Y mientras que estos últimos para recibir el sello de tales deberán criarse cada uno de ellos en un espacio de 4 metros cuadrados, en el mismo espacio de una granja intensiva podrán convivir hasta 48 de estos animales.

La diferencia es tan obvia que nadie se atreverá a discutir que tenga su reflejo en los precios. Como lo tiene la elección de uno u otro pollo para nuestra salud. Examinados efectos y consecuencias de la carne de pollo en nuestra alimentación y en nuestra salud (el consumo de dicha carne representa el 27 % del total de la carne consumida por los españoles) resulta chocante que a la hora de hacer la compra nos duela apostar por lo más sano, aunque resulte algo más caro (las razones han sido dadas), mientras que no escatimamos en otros gastos más insalubres y caros.

Es cuestión de opciones pues, como ya sabemos LA INFORMACIÓN ES PODER, PERO LA ECOLOGÍA ES VIDA.