La respuesta al titular la dejaremos abierta limitándonos a aportar algunos datos que te ayuden a responder.

Según una investigación de la Universidad ETH de Zúrich (Suiza), cada año en el mundo se producen millones de toneladas de plástico con las que juegan nuestros hijas e hijas, envolvemos o almacenamos nuestros alimentos y cubrimos nuestros cuerpos o adornamos nuestras casas. Y sin embargo, ese material tan universal, abundante y barato integra en su composición y elaboración (además de monómeros obtenidos del petróleo, aditivos y coadyuvantes) hasta unas 11.000 sustancias químicas sintéticas, que ayudan a modular las características de los plásticos que se comercializan para hacernos la vida tan fácil como insana.

Los datos resultan apabullantes. No parpadees de asombro cuando leas las  cifras que te ofrecemos: 

  • 350 millones de toneladas al año se ponen comercialmente en circulación en el mundo.
  • 2.200 sustancias químicas están  presentes en los plásticos que se utilizan en alimentación, y de ellas 679 son susceptibles de contacto directo con los alimentos.
  • 2500 sustancias químicas integran los textiles con los que nos vestimos o arropamos
  • 500 de ellas están presentes en los juguetes que ponemos en manos de nuestros hijos e hijas. 
  • 24 % de esas sustancias son clasificadas como potencialmente preocupantes para la salud y susceptibles de generar distintas enfermedades, algunas de ellas graves: alteración endocrina, bio acumulación, afectación al sistema reproductivo, cánceres, etc. 

Es importante tener presente que la entrada de esas sustancias químicas nocivas entran a nuestro organismo por tres vías: respiración, ingesta y contacto. Y que algunas de esas sustancias se acumulan en nuestros cuerpos porque no pueden salir de ellos por ninguno de los sistemas previstos de depuración: heces, orina o sudor. Y no pueden salir por una razón obvia: en su proceso evolutivo  el ser humano nunca pudo enfrentarse y adaptarse a unas sustancias que no existían. 


¿EXISTEN SOLUCIONES?: 

SÍ, CAMBIAR EL MODELO PERSONAL DE CONSUMO

Para ello hay que reducir al mínimo, y de manera drástica, la carga química de nuestro organismo: comiendo productos ecológicos, vistiendo con fibras NATURALES y certificadas GOT y evitando inhalar tóxicos (perfumes, esencias, disolventes, etc.) con especial prevención respecto a la infancia, la adolescencia y la mujer, dadas sus especificidades biológicas.

¿Pero una opción así no es más cara? Probablemente pueda serlo algo más pero desde luego es más SANA. Y si a veces no escatimamos recursos para cosas más fútiles y triviales, ¿por qué hacerlo con nuestro cuerpo, nuestra salud y la de nuestros hijos e hijas?

Por último, dos consejos: 

1) consulta páginas de ecología- esta misma, sin ir más lejos- y comprueba que hay alternativas accesibles y saludables

2) Sí puedes, no te pierdas esta jornada On line y gratuita que cuenta con grandes expertos en este tema.

https://mailchi.mp/hogarsintoxicos/esta-semana-en-vivo-sano-1689838?e=c38a29065f

Y recuerda que LA INFORMACIÓN ES PODER Y LA ECOLOGÍA ES VIDA!