No se trata de un titular alarmista sino de un consejo para un mayor control de lo que ingerimos ya que la alimentación es una de las vías de entrada al organismo, tanto de los alimentos que nos nutren como de las sustancias químicas que nos intoxican. Todos somos, en mayor o menos medida, cócteles químicos andantes. 

De las aproximadamente 140. 000 sustancias sintéticas comercializadas en el mundo, 85.000 de ellas se utilizan en productos de consumo, unas 6.000 están en contacto con alimentos y 4.000 de ellos forman parte de nuestra vida cotidiana. Cuanto más nos despreocupamos del origen, producción, tratamiento o comercialización de lo que consumimos o comemos, tanto más nos exponemos a sobrecargar nuestro organismo de sustancias indeseables.

No se trata de caer en paranoias queriendo reducir a cero un riesgo que, como el químico es global, sino de incorporar a nuestros hábitos de consumidores prácticas conscientes de elección, selección y compra. La lista de esas sustancias es larguísima, tanto en aplicaciones (fertilizantes, fitohormonas, herbicidas, fungicidas, etc. ) como en sustancias (melamina, bisfenol, tributilestaño, triclosan , ftalatos: DBP, DOP, DHBP, etc.) La lista sería interminable. 

Sin caer en ningún alarmismo, con los numerosos datos aportados por la ciencia, es posible concluir que son innumerables las enfermedades, desde ligeras a muy graves, que se asocian con la carga química que soportan nuestros organismos y el de todos los seres vivos que integran la cadena trófica. Para paliar esos efectos, aunque sea parcialmente, es aconsejable seguir las siguientes recomendaciones: leer las etiquetas de los productos y proceder en consecuencia, consumir productos frescos y de proximidad, consumir productos de estación y, si es posible, que sean ecológicos. Todas estas consideraciones deben extremarse aún más si se trata de niñas y niños, dada su mayor vulnerabilidad anatómica. Y es que en MIAU consideramos que LA ECOLOGIA ES VIDA.