Es evidente que la pandemia ha reducido las expectativas de vida de hombres y mujeres en el mundo, pero parece lógico que, cuando se conozcan los datos, ello no habrá alterado el hecho de que las mujeres seguirán viviendo más que los hombres.

En España, en 2019 las mujeres vivían 86 años de media (5,3 más que los hombres), mientras que en la UE las mujeres vivían una media 83 años y los hombres 4,8 años menos. Por contra, en Estados Unidos, supuestamente el “país más desarrollado del mundo”la esperanza de vida media de las mujeres era de 81 años y, la de los hombres, de 76. Lo curioso es que esa tendencia se mantiene a lo largo del mundo, pero ¿por qué pasa eso? La ciencia intenta explicarlo. Según señala Virginia Zarulli, profesora asociada de demografía en la Universidad del Sur de Dinamarca, “esa diferencia se debe tanto a causas sociales como biológicas”. 

La primera causa parece que habría que  atribuirla  a las diferencias en las hormonas sexuales ya que las mujeres  producen más estrógeno y menos testosterona que los hombres. Y mientras que al estrógeno se le atribuye propiedades protectoras,  contra las enfermedades cardiovasculares (según un estudio publicado en la revista Biology of Sex Difference) la testosterona elevada ha sido relacionada con un mayor riesgo de sufrir síndrome de ovario poliquístico, cáncer de endometrio y mamá en las mujeres y de próstata en los hombres. De hecho, según un estudio de la Unidad de Epidemiología del Consejo de Investigación Médica (MRC) de la Universidad de Cambridge y la Universidad de Exeter, se llega a la conclusión de que “las mujeres que genéticamente tienen niveles de testosterona más altos tienen un 37% más de probabilidades de padecer enfermedades metabólicas, especialmente diabetes tipo 2”. 

Por otra parte, el exceso de testosterona ha sido asociado a comportamientos agresivos, violentas o coléricos lo que podría  aumentar el riesgo de morir a una edad más temprana, lo que contribuiría a empeorar  los valores estadísticos de los hombres. A la luz de los datos, parece que la biología favorece a las mujeres, en cuanto a  la media de vida. Esta conclusión se vería reforzada, en palabras de Virginia Zarulli, tanto por un estudio que se realizó a lo largo de más de un siglo entre monjas y monjes sujetos a celibato, como por otro, de apenas hace tres años, que planteaba que las niñas bebés alcanzan  tasas  medias de supervivencia más elevadas que los niños bebés. A estos factores habría que añadir el impacto de los malos hábitos sociales a los que porcentualmente son más propensos los hombres: tabaco, alcohol, exceso de ingesta alimentaria, etc.

Habría además que considerar el riesgo de exposiciones medioambientales y el contacto directo con la piel, como es el caso de los distintos tipos de textiles sintéticos (con presencia de alteradores endocrinos en su composición) en contacto con zonas íntimas del cuerpo y su posible afectación a la salud humana. 

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