Aunque sea un tópico recordarlo, el sobrepeso y la obesidad son malos para la salud. Ahora bien, dicha esa obviedad y otras más como que la obesidad está creciendo en todo el mundo y que la culpa recae en la ingesta excesiva y el sedentario, ¿qué más podemos decir?. La ciencia y los expertos comienzan a trasladar el mensaje de que tal vez la cuestión no se reduzca al simple balance energético entre lo que se come y lo que se quema. De hecho, cada vez más la ciencia y los expertos ponen el foco en la existencia de los “obesógenos”, definidos por Leonardo Trasande, científico de salud ambiental de la Universidad de Nueva York en los EE. UU. como “una sustancia química que hace que un organismo vivo gane grasa.” Los ejemplos de esas sustancias incluyen bisfenol A, ciertos ftalatos y la mayoría de los retardantes de llama organofosforados que podrían empujar a los organismos a producir nuevas células de grasa y/o alentarlos a almacenar más grasa. Casi todos nosotros nos encontramos a menudo con estos productos químicos todos los días”.

A esa lista habría que añadir el glutamato monosódico de dioctilo (potenciador de sabor), los parabenos (artīculos cosméticos), la carboximetilcelulosa (emulsionaste) y una larga lista de más de cincuenta sustancias químicas sintéticas que forman parte de nuestra alimentación y vida cotidiana. Todo hace pensar que nos encontramos ante un cambio de paradigma a la hora de abordar los problemas de sobrepeso y obesidad ya que, como dice Bruce Blumberg , biólogo celular de la Universidad de California Irvine en Estados Unidos “la obesidad ha aumentado. Y no sólo en los humanos. El peso corporal de animales como perros, gatos, roedores y primates no humanos, en colonias de investigación y salvajes vivos, también se constata que está aumentando”. Este asombroso dato pone el acento sobre la contribución de los productos químicos a la obesidad.La gravedad del problema radica, según señala Chris Kassotis, toxicólogo de la Universidad Estatal de Wayne en Detroit, EE. UU. en que “son productos químicos de alta producción, bastante ubicuos, que están presentes en el polvo, el agua, los alimentos procesados, los envases de alimentos, los cosméticos y los productos de cuidado personal, pero también en los muebles y la electrónica, los contaminantes del aire, los pesticidas, los plásticos y los plastificantes que los ftalatos y los organofosfatos se pueden detectar en alrededor del 90% de los estadounidenses” La hipótesis de que algunas explicaciones sobre el origen de la obesidad podría estar en el consumo indeseado de sustancias químicas sintéticas se reforzaría por la experiencia médica obtenida con algunas sustancias farmacéuticas como los antidepresivos (inhibidores selectivos de los receptores de serotonina) asociados al aumento de peso de algunos pacientes. O como con el consumo de antidiabéticos como la rosiglitazona, estimuladora del aumento de peso. Razones todas ellas que llevarían a Robert Lustig, profesor emérito de endocrinología en la Universidad de California, San Francisco, y activista contra la obesidad infantil, a explicar que algunas sustancias químicas obesogénicas activan interruptores bioquímicos para almacenar grasa. De hecho, algunos estudios realizados con ratones “que fueron alimentados con DEHP (ftalato de bis(2-etilhexilo)) consumen más alimentos, aumentan de peso y almacenan más grasa abdominal” Y es preciso recordar que estás y otras sustancias de propiedades químicas equivalentes se utilizan en la obtención del cloruro de polivinilo (PVC) y se usa en revestimientos de pisos y paredes, recipientes, envoltura de alimentos, juguetes, cosméticos, etc…

https://www.chemistryworld.com/features/are-everyday-chemicals-contributing-to-global-obesity/4016664.article

Las consecuencias para la salud de muchas de estas sustancias no solo constituyen una auténtica pandemia sino que además chocan con los intereses de uno de los más grandes lobbys del sistema capitalista: la industria químico-farmacéutica. Por eso, no basta con impulsar, como ciudadanos y consumidores, cambios legislativos más estrictos sino que se hace imprescindible cambiar nuestros hábitos principales de consumo.

¿PODEMOS HACER ALGO POR NUESTRA SALUD? Sí: adoptar la decisión de desterrar de nuestras vidas todo el plástico que podamos; eliminar de nuestra dieta los alimentos procesados, las conservas y comprar productos frescos, de cercanía y a poder ser ecológicos; eliminar de nuestro vestuario fibras de origen no natural o tratadas químicamente; dejar de consumir productos cosméticos o de limpieza de origen sintético; en el utillaje de cocina usar utensilio de hierro fundido, acero o vidrio, por su inocuidad e inalterabilidad.

Convencidos de que te serán de gran utilidad, ponemos a tu disposición tan solo algunos enlaces que puedes encontrar siguiendo nuestras redes, y que te ayudarán en la búsqueda de ese objetivo de defensa de tu salud y la de los tuyos.

PLÁSTICOS HASTA EN LA SANGRE:

PRODUCTOS DE LIMPIEZA: Bombas caseras

¿CHUCHES O CÓCTELES QUÍMICOS Y SINTÉTICOS?

Nuestro planteamiento es tan sencillo como lógico e insobornable: SI LA INFORMACIÓN ES PODER, LA ECOLOGÍA ES VIDA.